lunes, 21 de febrero de 2011

Beso de escritor







Escritor, vagabundo, nicromántico, el cuerpo sin vida de Luis de Andrade apareció en la buhardilla donde vivió sus ultimos días .
Nadie apareció para reclamar su cuerpo , nadie parecía conocerle . La policía averiguó más tarde que acababa de llegar a la ciudad . Después descubrieron que había publicado algunos cuentos y poemas, pintado cuadros , casi siempre retratos ....siempre bajo un seudónimo : El Viejo pescador .
Aún no se conoce a ciencia cierta si murió de muerte natural o fue un suicidio . Tan solo una carta manuscrita, misteriosa, le iba a servir de recuerdo y epitafio .


Fragmentos de la carta de Luis de Andrade

<i Aún hoy me produce escalofríos , pero creo que recordarlo me hará bien y me traerá mayor calma . La historia comenzó cuando acepté aquel empleo . Tal vez no debí hacerlo pero llevaba varios meses ocioso y necesitaba dinero y – sobre todo – salir de mi caparazón y regresar a un mundo que parecía haberse vuelto hostil .
No era momento de preguntarme cómo había llegado a aquel extremo sino decidirme rápido para buscar una solución . Estaba cansado de aquel apartamento solitario, de no contestar al teléfono cuando me llamaban los amigos que aún se acordaban de mí. Por eso me dispuse a aceptar aquella oferta de trabajo.



Vanesa me recibió con amabilidad . El negocio que dirigía era un gimnasio que me pareció muy grande , solo para mujeres . Yo sería una especie de administrador, encargado ejecutivo de la empresa , a las órdenes directas de aquella dama que parecía ser la dueña .
Vanesa era una mujer alta, de mirada fría tamizada por sus modales cálidos y una voz suave que poseía la virtud de tranquilizar a quien la escuchaba . Las instrucciones eran sencillas : disciplina en los horarios, discreción con las clientes y eficacia en los trabajos que me encomendara .
Transcurrieron los días tranquilos, serenos , yo apenas salía de la soledad de aquel cubículo que se había convertido en mi despacho. Un día Vanesa- enterada sin duda de mis habilidades como pintor - me pidió un retrato, un dibujo simple a dos colores , un encargo sencillo, sin complicaciones que pude terminar en tan solo una tarde.
El dibujo reflejaba en tímidos trazos su rostro, pero sobre todo su mirada, lo que más me había fascinado .


Vanesa me mandó llamar cuando recibió el mensaje de que el trabajo estaba terminado . Recibió encantada el retrato . Lo contempló durante unos segundos que se me antojaban largos, como si quisiera escudriñar con detalle mi dibujo tan simple . Entonces Inclinó sus labios y me besó de una forma tan suave que pareció estremecerme .
Avanzamos unos pasos hasta alcanzar su despacho, un lugar semioscuro, poblado de retratos, de imágenes ...no pude por menos que mirarlas ...pero se me antojaron figuras extrañas, ininteligibles , eran trazos poseídos por una fuerza extraña, atractivos en su misterio, incluso en la fealdad de algunos de ellos . Quizás fuera tan solo fruto de mi imaginación espoleada por las imágenes, las sombras, la cercanía, el silencio , pero una perversa sensación se había apoderado de la calma, por un instante me pareció una estatua de hielo, fría y lejana . Inalcanzable . Ella cerró la puerta enseguida como si hubiera desvelado algún secreto desnudo, algún arcano inexplicable .

Durante varios días no pude ver a Vanesa . Por fin una tarde apareció. Ahogué un suspiro . Al verla la descubrí aún más elegante, más misteriosa , más sugerente .

Tal vez hipnotizado por su magia apenas era capaz de escuchar sus palabras . Cerró la puerta y me sonrió .

- “Sé que descubriste mi lugar secreto “.
- “Lo siento , no era mi intención. Estaba mirando la antesala y ...
- “No importa, no te preocupes “.

Volví a ver los extraños retratos , parecía haber nuevos cuadros y creí escuchar a los lejos unas voces ahogadas, sin duda producto de mis nervios .

Cuando Vanesa acarició con su beso tenue y prolongado dejando que sus labios pintados desgarraran mi cuerpo ya no hubo tiempo para otro movimiento .
Aquella sensación dulce, poderosa , amenazó con hacer explotar mi alma a la vez que sentía una liberación infinita, como si toda la energía se desparramara generosa, arriesgada, total . Tal vez duró poco tiempo pero yo me esforcé en prolongarlo y me pareció mucho más largo, mucho más profundo , sin límite ni decoro .
El silencio se abrazó a la nada, a un vacío que sin embargo resultaba sereno, reconfortante . El cuerpo desnudo de la mujer permaneció un instante más y lo pude recorrer de nuevo aunque fuera un suspiro .

Después reinaron la oscuridad , el sueño, el perfume embriagador . Y más tarde una insoportable gelidez , como la que había experimentado días antes al contemplar a aquella mujer desconocida .

Nunca más se volvió a repetir aquel encuentro . Durante semanas seguí con mi trabajo concienzudo y atento . Hablaba con Vanesa pero las palabras resbalaban como si lo vivido jamás hubiera tenido lugar .

Y cuando recuerdo aquel beso oculto , aquel desprendimiento, mi cuerpo tiembla, pero es un temblor sereno, como un bálsamo que aquietara las heridas abiertas . El recuerdo helado se ha desprendido de su temor , de su angustia, de su cruel frialdad . Quien sabe, tal vez fuera mágico y eterno . Tal vez alguna noche etérea vuelva a descubrirlo

Pero no, sé que nunca más se volverá a repetir . Y día a día descubro que sin ello ya no tiene sentido lo que hago .....



La carta concluye de forma abrupta, tal vez falte alguna página .
Las investigaciones policiales corroboraron lo que aquellas páginas contaron . Tan solo tres días antes de la muerte del Viejo pescador, un incendio había destruido el local de Vanesa Guimaraes. La dueña despareció sin dejar rastro aparente .
En el sobre donde se encontró la carta – sin duda incompleta- se encontraba una hoja más, la copia de un poema de Juan Ramón Jiménez .



"Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincon de aquel mi huerto florido y encalado,
mi espiritu errará, nostalgico.

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando


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